Maruja se enfrenta, desde hace ocho años, al cuidado de su marido, enfermo de alzhéimer, al que ve deteriorarse y perder facultades de día en día.
La papeleta diaria de esta mujer, a sus 67, es el retrato de lo que hacen y lo que sienten otros muchos cuidadores que conviven, las veinticuatro horas, con un enfermo de alzhéimer. Personas anónimas, auténticos héroes cotidianos, que dejan de tener vida propia para volcarse contra una enfermedad en la que manda el olvido.
«Vivir cun enfermo de alzhéimer supón un coidado constante, é peor que coidar un bebé. Agora, metín ao meu home, Jaime, diagnosticado hai oito anos, no centro de día de alzhéimer, que xestiona a asociación de familiares de enfermos Afalu, porque as fillas dicíanme a todas horas: «Mamá, no puedes más». Pero, aínda así, aínda que bota aquí cinco horas, de dez a tres, non recuperas a vida normal. Sénteste como prisioneira. Non vives», cuenta Maruja, aunque reconoce que en el centro de día los enfermos mejoran por las terapias que reciben, además de aliviar las cargas del cuidador…